Este enfoque rechaza de plano la idea tradicional de la educación "bancaria" donde los educandos son dóciles receptores de saberes, depósitos de almacenaje de los mensajes de los educadores. Por el contrario, la propuesta de Freire nos descubre un educando como un investigador crítico en diálogo constante con el educador.
El rol del educador es proporcionar las condiciones para que el educando reconstruya constantemente sus propios conocimientos. Entregue educación -como señala Freire- en la perspectiva de una práctica de la libertad, donde el hombre y la mujer no se conciben en forma abstracta, aislados, desligados del mundo y éste separado del ser humano, porque hombres y mujeres son seres situados. Desde estos dominios de acción los seres humanos deben pensarse a sí mismo como una realidad en constante transformación, no quieta, donde siempre está pasando algo, como un mundo en proceso de construcción y descontrucción para volver a rearmarse en una situación de permanente incertidumbre.
La educación debe tener presente esta situación de mundo inacabado, y de ahí entender que la propia educación es inacabada porque corresponde a la condición de ser histórico del ser humano, un ser vivo en constante proceso de autocreación, autopoiésis. Esta característica de los seres humanos permite enfrentar los procesos educativos como procesos en los que los alumnos deben apropiarse de su propia realidad histórica y transformarla en un desafío permanente de superarse constantemente a sí mismo en compañía solidaria de los otros en dominios de praxis colectiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario